viernes, 12 de diciembre de 2008

Un dulce día



Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca,
tu voz, con la vergüenza, se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.

El cielo de tus ojos será un cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia.
Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa la sombra de un pájaro en el río.


Y un día, un dulce día,
quizá un día de fiesta para el hombre de pala
y la mujer de cesta;
el día que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas:
el día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca…
tal vez el sol deslumbre;
quizá la luna grata tenga catorce noches
y espolvoree plata sobre la paz del monte;
tal vez en el villaje llueva calladamente;
quizá yo esté de viaje…

Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento.
Y será el regocijo de besarte las manos,
y de hallar en el hijo tu misma frente simple,
tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos,
un poco, casi nada…


José Pedroni.