
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
José Pedroni.
Un poema de Antonio Machado y el Romance para violín de Beethoven ¡marchando! para mi amiga Iswar, que está (sólo un poco) alicaída y dejemos que Weto toque en directo tu "Für Elise".
¡¡Qué grande es Beethoven!!
Y ahora "Russians":
Allá por el año 1978 emitían en TVE un programa llamado "Parlamento". Creo recordar que lo veía los sábados por la mañana después de la sesión infantil. El espacio trataba sobre el Congreso y el Senado y sus novedades, reservando un espacio final para presentar a un senador o un congresista en su vida cotidiana. La temática del programa en cuestión no parecía especialmente atractiva para los infantes que veían truncada la sesión matinal con las imágenes de tan serios señores en sus serios quehaceres, pero ese programa tenía algo maravilloso, la música de cabecera.
Todos los sábados esperaba con ansia escuchar esa música, para mi totalmente desconocida. Durante años me mantuve expectante ante cualquier noticia que pudiera conseguir sobre esa pieza musical o su autor, hasta que dos años después, de pura casualidad en el colegio, escuché un fragmento de unos segundos de esta pieza que pude identificar inmediatamente. Mi profesora de música, no muy docta en la materia, sólo pudo decirme que era de Bach.
Con los ahorros de mi cumpleaños fui, acompañada por dos amigas, a la única tienda de música clásica que había en mi ciudad en aquella época (ahora creo que no hay ninguna), y como pude, expliqué al encargado lo poco que sabía de la pieza musical que estaba buscando. Me preguntó con muchísima paciencia sobre su duración, si era una pieza vocal o instrumental, si predominaba algún instrumento... Entonces escogió un disco y fue pinchando una a una todas las piezas del vinilo. Tras un sinfín de pruebas la encontré. Era la Badinerie de la Obertura-Suite orquestal número 2 de Johann Sebastian Bach y llegado este punto me dio una risa floja que me saltaba las lágrimas. El disco, de la casa Supraphon con el director Milan Munclinger al frente de Ars Rediviva, me costó setecientas pesetas, y lo cargué hasta mi casa como la joya que era. Lo puse tantas veces que mis hermanos e incluso mi padre en cuanto terminaba una pieza ya silbaban el comienzo de la siguiente. Asumo el mérito de haberles implantado en el cerebro de por vida la suite orquestal nº 2 de Bach, aunque hasta el momento no me lo han agradecido.
Han pasado muchos años pero el divino Bach se muestra imponente como el primer día, en todas sus obras grandiosas y en estas pequeñas maravillas.
Gracias por mi Badinerie. Gracias, Bach